Un "bolso" y un "manya" pelearon en la calle, rodeados por las barras
JORGE SAVIA
Ante los lamentables hechos de violencia que se han planteado desde hace unos cuantos años a esta parte en el fútbol uruguayo, quienes por razones de edad tuvieron el privilegio de asistir a espectáculos futbolísticos rodeados de un clima totalmente distinto al de las épocas actuales, en más de una ocasión se han "llenado la boca" recordando que -salvo excepciones muy aisladas, en las que se registró alguna muerte y hasta no faltaron los balazos- antiguamente los incidentes, aún llegando a degenerar en batallas campales, se resolvían simplemente a las trompadas y, cuando mucho, también, con unas cuantas patadas.
Por cierto que no era -ni es- algo grato ni elogiable. Sin embargo, esas trifulcas parecían armarse bajo ciertos códigos, no escritos pero relativamente inviolables, que con el paso de los años -y los sucesos trágicos- hicieron que las mismas comenzaran a considerarse, sino justificables, al menos admisibles como el menor de los males que podían ocurrir en una cancha, ya fuera el Centenario, la de un club chico, o las desaparecidas de los barrios.
Pues bien, si bien hay que saber en qué medida se engarza -¿fue el primer eslabón de una cadena o un hecho islado?- en la escenografía de irracionalidad que enmarcó la disputa de los clásicos de 4a. y 5a. División que se jugaron en el Parque Central el sábado pasado, lo real es que dos horas antes del primero de esos encuentros, en la esquina de Jaime Cibils y Gral. Urquiza, el primer estallido de violencia tuvo mucho de las viejas bataholas de antaño.
Esto es: allí se encontraron una barra de Nacional y otra de Peñarol, se insultaron, se amenazaron, hasta que los "jefes" de ambas convinieron que un integrante de cada uno de los grupos pelearan "mano a mano".
Como dos gladiadores romanos, entonces, dos "barras" se trenzaron, mientras el resto los rodeaba y vociferaba, sin meterse ni a ayudarlos ni a separarlos. La "tenida" fue larga y al principio pareja, hasta que el "bolso" le embocó un golpe neto al "Manco" -conocido habitante aurinegro de la Amsterdam- y eso fue el comienzo del desenlace: el "Manco" cayó al piso y su rival lo "remató" a puntapiés, hasta que lo dejó tirado, ensangrentado, en el medio de la calle.
Después, vinieron las pedradas a la llegada del ómnibus de los botijas aurinegros; los balazos al aire disparados en tono amenazante ante una barra de hinchas tricolores por parte de 4 "barras" aurinegros que bajaron repentinamente de un auto blanco; la pedrea con la que parciales locales acometieron desde Gral. Uquiza hacia la tribuna visitante, lo que hizo que el partido de 5a. estuviera 8` parado porque los cascotes caían también en la cancha; el ataque al auto del "Chueco" Perdomo; la quema de una bandera de Peñarol por hinchas del locatario durante el cotejo de 4a; y los destrozos -avaluados en U$S 6.500- que se constataron en focos de iluminación y baños de caballeros y damas de la tribuna "Atilio García", que fue la asignada a los "S".
En fin, aunque pocos lo sabían, y nadie lo hizo público, el del sábado fue un lío de los de ahora, que empezó como los de antes.
Nacional reclamará a Peñarol U$S 6.000 por los destrozos
Anoche en Nacional sólo faltaba definir si el reclamo a Peñarol por los destrozos en el Parque Central se canalizaba oficialmente a través de la AUF o mediante la buena relación personal existente entre los presidentes Ricardo Alarcón y Juan P. Damiani. La rotura de los baños, alambrado y 4 focos de iluminación de la cancha -dañaron los vidrios, no las carcazas, por lo cual la rotura no se debió a las piedras que vinieron desde la calle- fue por U$S 5.600, pero se le suman $ 3.050 que Nacional pagó al alquilar 4 baños químicos que instaló en la tribuna A. García para el partido con River Plate el domingo pasado.
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